El desempeño valioso del Tea Party

COMMENTARY Political Process

El desempeño valioso del Tea Party

Oct 15, 2010 4 min read
COMMENTARY BY

Spokesperson, The LIBRE Initiative

Israel Ortega is a former contributor for The Foundry.
El movimiento del Tea Party ha barrido con la escena política de Estados Unidos como un incendio en la pradera. En poco más de un año, ha movilizado y estimulado a cientos de miles de ciudadanos que anteriormente no participaban en discusiones políticas. Además, ha dejado sentir su presencia en las urnas. Ya ayudó a enviar a Scott Brown al Senado de Estados Unidos, quien tenía poquísimas posibilidades de ganar, y ayudó a derrotar a varios candidatos favorecidos por los partidos políticos establecidos.

A pesar de sus éxitos, los medios de prensa convencionales a menudo persisten en caracterizar al Tea Party como un elemento radical y marginal del electorado en Estados Unidos. No es así. Como el verdadero movimiento de base que es, nacido de la frustración generalizada con un gobierno federal cada vez más extenso e intruso, el Tea Party tiene para rato. Existen varias razones para ello.

A pesar de todos sus éxitos, el Tea Party es relativamente nuevo. Apenas en febrero del 2009, Rick Santelli, del canal televisor CNBC, hizo un llamado a los estadounidenses que estaban hartos con el rumbo que tomaba el país. Sus espontáneas declaraciones en el hemiciclo de la Bolsa Mercantil de Chicago animaron a muchos estadounidenses a volver a adoptar el espíritu del mismo "Tea Party" del Boston colonial, que desafió la tiranía del emperio británico.

La alusión por Santelli a uno de los momentos seminales en la historia de Estados Unidos rápidamente se propagó por la radio, televisión e Internet, y encontró eco entre millones de estadounidenses. Su improvisado llamado a las armas fue la chispa que prendió el fuego que se ha propagado a la actual escena política.

Seamos claros, Santelli no comenzó el movimiento del Tea Party ese día. En realidad, un gran número de estadounidenses ya estaba expresando su frustración por el aumento del déficit y el gasto descontrolado mucho antes de sus célebres declaraciones. Hacía sólo unos cuantos meses que el gobierno federal había aprobado el Programa de Asistencia con Activos Problemáticos (Troubled Asset Relief Program o TARP), el rescate económico de $700.000 millones para una serie de firmas financieras en dificultades. Aunque se había planteado como una medida de emergencia, muchos estadounidenses estaban comenzando a temer que la intervención gubernamental sin precedente en el mercado financiero fuera mucho más allá: era un cambio fundamental en la magnitud y el alcance del gobierno federal. Al fin y al cabo, no era la primera intervención de "emergencia" del año. El gobierno federal ya había decretado un plan de rescate de $34.000 millones para dos de los tres principales fabricantes de autos. Ese plan le había dado al Gobierno participación en el sector. Ahora, ese preocupante programa estaba siendo eclipsado por las dimensiones económicas del TARP.

Desafortunadamente para los estadounidenses, cada vez más hartos del déficit, era apenas el comienzo del derroche de dinero. Inmediatamente después de asumir el mando, el presidente Barack Obama comenzó a torcer brazos en el Capitolio para que se promulgara un enorme plan de "estímulo económico" a fin de generar empleo. La medida resultante costó más de $800.000 millones, y se rindieron muy pocas cuentas sobre dónde fue a parar el dinero. Tras más de un año, hay muy poca evidencia de que el enorme plan para financiar empleos "con pala lista" en realidad haya generado trabajo.

A pesar de la creciente inquietud popular sobre el déficit federal en aumento y el derroche de dinero, el Congreso procedió a aprobar descaradamente otro proyecto con un precio de casi un billón de dólares en el transcurso de 10 años. Esta vez, el objetivo era modificar el sector de salud del país. Peor aún, la ley fue redactada a fin de reducir las opciones y la competencia, a favor de un manejo gubernamental más extenso y directo del mercado de salud y seguros.

En comparación con las medidas adoptadas por muchos líderes latinoamericanos para dar inicio al socialismo del siglo XXI, los acontecimientos en Estados Unidos quizá parezcan benignos. Desde este punto de vista, en el mejor de los casos, el observador latinoamericano casual de la política de Estados Unidos podría considerar al movimiento del Tea Party como un enigma. También existe la tentación de aceptar la representación del grupo como un elemento radical sobre estimulado por cafeína.

Pero para millones de estadounidenses de todo el espectro político, el Tea Party refleja una sincera frustración con un gobierno federal disfuncional que ha perdido contacto con el pueblo, que parece ocuparse cada vez menos de representar la voluntad de los votantes. Esto saca de quicio a muchos.

El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo —no los gobernantes— es parte del ADN de Estados Unidos. Ese concepto es la base de nuestro entendimiento de la debida función del gobierno, que obtiene su poder y autoridad exclusivamente del pueblo. Comprendemos que la genialidad de nuestro país se debe en gran parte a nuestra fidelidad a los principios de un gobierno limitado, con un fuerte énfasis en la responsabilidad personal.

El Tea Party no está compuesto por solo persona llenas de odio. Más bien, lo conforma gente que ama a nuestra nación y los principios de su fundación, que nos han permitido prosperar y gozar de los frutos de la libertad. Como señala el encuestador Scott Rasmussen, el movimiento del Tea Party es "…un auténtico movimiento de base de ciudadanos estadounidenses preocupados, que exigen ser escuchados por un gobierno que ha perdido el contacto con el pueblo. Sus inquietudes son reales y sus intereses, legítimos".

A fin de cuentas, el Tea Party desempeña la función vital de recordarles a los políticos que deben rendir cuentas al pueblo por sus actos. Ese es un concepto que todo ciudadano de cualquier nación democrática puede valorar.

Israel Ortega esta Encargado de medios en español para The Heritage Foundation.

First appeared in El Universal